Our Lady

Una Pregunta Espiritual

Por B. Peter Byrne, M.M.

Algunas veces la gente me pregunta, "¿Cómo es que Ud. se involucró en el trabajo con los niños?"

Realmente empezó cuando regresé a los EE.UU durante los años 80 para trabajar como Rector del Seminario de Maryknoll. A sólo pocas millas, al sur de la ciudad de Nueva York, en esos momentos, las Naciones Unidas estaban reuniéndose con gente de todas partes del mundo, en un intento para desarrollar la Declaración y el Compromiso Universal sobre los "Derechos Humanos de los Niños." Había muchas noticias de esta actividad en la prensa y me interesé en los relatos sobre el significado e importancia de los niños de nuestro mundo y de sus derechos. Me preocupaba por qué nosotros como Iglesia, poníamos tan poca atención y hacíamos tan poco por los niños mas pobres en nuestros apostolados. Pasó el tiempo y finalizó mi trabajo en EE.UU y me preparaba para regresar al Perú en los primeros años 90, y entonces decidí investigar cómo entrar en esta obra de los niños. Inicialmente conocí a muchos niños de la calle aquí en Lima y pienso que la respuesta a la pregunta, "Cómo es que Usted se involucró en este trabajo?" sería que fue la llamada de Dios para hacer algo por los niños.

Tal vez el relato de "Pepito" pueda ayudar a entender el "Cómo" y el "Por qué". El estado lastimoso de los niños en el mundo nos llama a todos nosotros a abrir nuestros corazones, a comprender sus necesidades y brindarles nuestra amorosa protección.

Su nombre era Pepito. La primera vez que lo conocí en las calles de Lima, fue en un día turbulento de invierno. No tenía zapatos, y llevaba puesto sólo unos pantalones rotos de tela burda y una camiseta roja desteñida. Era un abandonado, un sin hogar en el grupo de muchachos que formaban su pandilla callejera, todos ellos aspiraban terokal. Pepito tenía sólo casi 9 años y había estado en las calles por más de cuatro años. No supe en ese entonces que ya había heredado al nacer el HIV/AIDS de su madre.

Después de algunos días de nuestro primer encuentro, lo volví a ver y le di una chompa y un par de zapatillas. Mientras amarraba sus zapatillas, le dije, "una señora que se llama Yolanda, fue al mercado y compró estas cosas para ti". El se detuvo, me miró y con una mezcla de esperanza y curiosidad en sus ojos me preguntó, "Padre, ¿ella me conoce?" Estuve tentado a responder que sí, pero simplemente le respondí, "No Pepito, no te conoce." Pepito ya ha muerto, pero todavía resuena en mi mente su pregunta, el deseo personal de un niño en busca de su identidad. ¿Ella me conoce? ¡Que pregunta tan preocupante! Ha sido parte de mi propio viaje espiritual por varios años. Estoy seguro que cada uno de Ustedes tiene sus propias experiencias sobre los niños, en sus familias o vecindad, niños que sufren y mueren antes de tiempo. ¿Hacen esos relatos que surjan en Uds. la misma clase de pregunta en sus corazones? La respuesta a esta pregunta de la identidad humana de los niños es lo que nos llama a este trabajo con los niños pobres de nuestro pueblo.

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